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#08 “La voz de una niña de la posguerra” por Ana María Miranda

24 de Noviembre 2023

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El envejecimiento es un proceso normal que acontece en todos los seres vivos y que solo es interrumpido por la muerte. Esa es una realidad que está presente desde que se concibe la vida, por lo que nosotros como seres pensantes del planeta, debemos adquirir conciencia de aquello, sobre todo en tiempos en que el ser humano cada vez es más longevo.

Sin embargo, no todos los países ni sociedades han asumido en forma adecuada esta evidencia, que promete agudizarse en muchos lugares del mundo, especialmente en aquellos que ostentan un  IDH (índice de desarrollo humano) más alto, que ven con estupor cómo los habitantes originarios del país envejecen mientras la natalidad disminuye ostensiblemente no sólo por el  uso de métodos anticonceptivos, sino por giros valóricos y nuevas prioridades que se instalan hoy, en las decisiones  del ser humano, en especial en las mujeres.

Lo cierto es que estos países pioneros en abordar y comenzar a dar solución a estos temas, no forman parte de un solo continente, sino que están en todos. Ellos son los apellidados del “primer mundo”, desarrollados y ricos; jóvenes y viejos. Algunos con un pasado colonizador bastante cruel y siniestro, que han aprendido a través del dolor a aunarse para superar guerras, invasiones, pestes, además de dos guerras mundiales, pudiendo en este instante asegurar a su población un tratamiento digno y respetuoso, de los más importantes derechos fundamentales del ser humano. Tales como salud, vivienda, educación, trabajo, recreación, justicia y seguridad, entre otros múltiples beneficios amparados por leyes, incomparables a la mezquina realidad, que nos toca experimentar como chilenos.

  Gobiernos de variadas tendencias ideológicas, que han aprendido , tras muchos años de existencia,   a valorar a sus habitantes desde el momento que nacen,  por lo que no es de extrañar, que esta apreciación se extienda de forma natural y normal a todos sus ciudadanos, incluidos los ancianos, respetándolos tanto por su sabiduría práctica de vida, como también  reconociéndoles los aportes entregados a través de su existencia, tanto al funcionamiento y desarrollo de su nación, como al mantenimiento de su cultura y tradiciones. Motivos suficientes para merecer un trato digno y respetuoso, en el ocaso de sus vidas. Derechos que, para nosotros hasta ahora, constituyen solo una quimera. Mas al mencionar estos puntos, que dicen relación con los derechos de los individuos, me parece imprescindible agregar que, como ciudadanos de Chile, tenemos que asumir la obligación y la responsabilidad de convertirnos en personas respetuosas, de nuestro entorno en general: servicios públicos de transporte, calles, tanto en nuestro trabajo como en nuestro hogar, cumpliendo nuestras obligaciones con honestidad y compromisos como trabajadores, estudiantes, comerciantes, empresarios, etc., habitantes de un mismo territorio. Hoy existe mucho relajo e irresponsabilidad en ese sentido. Se evidencia mala disposición, fastidio e indiferencia. Muy fácil de comprobar, sobre todo en la atención en los sistemas públicos, en que escasos funcionarios entregan un trato digno y satisfactorio a sus usuarios.

Sin embargo, es necesario aclarar, que aquellos países cuyas legislaciones van en dirección de avanzar en el alcance efectivo estas implementaciones, para sus ciudadanos respecto de este concepto llamado  “respeto” que a partir del estado se hace integrativo, necesitamos plantear que no solo están conscientes de dictar leyes, sino  también preocupados de que el otorgamiento de estos beneficios, no cesen en el tiempo ni con los cambios de gobierno,  por lo que además  de encargarse permanentemente de mejorar los sistemas   para  optimizarlos,  también trabajan constantemente para incrementar  sus márgenes de alcance,  con la finalidad de dar respuestas satisfactorias a las necesidades de las múltiples diversidades humanas que habitan sus territorios, incluyendo la defensa y protección de la naturaleza de sus naciones, su fauna y el medio ambiente.  No obstante, es necesario mencionar que, no son pocas las empresas multinacionales, que obedeciendo las normativas proteccionistas dentro sus países de origen, hacen caso omiso de las mismas en sus locaciones extraterritoriales.

          En cuanto a Chile, siendo un país donde las cifras del IDH, está cercano al desarrollo, ello no logra evidenciarse efectivamente en los derechos que favorecen a su población. Tenemos graves problemas de orden ético, con malas prácticas que lamentablemente, hoy alcanza niveles insospechados,  junto a tremendas fallas de gestión y supervisión con carencias importantes de legislación, que sancione o prevenga adecuadamente eventos, en algunos casos desastrosos. Con un ingreso mínimo bajísimo y un sistema previsional peor. Estamos amarrados sino todos, porque hay excepciones (las FFAA. y los imponentes que lograron permanecer en el sistema antiguo de pensiones), primero que nada, a un sistema de previsión social perverso y mercantilista (AFP), que ha empobrecido a un sector importante de nuestra población, afectando severamente a profesionales y sectores otrora medianamente acomodados,  afectos a un procedimiento que otorga pensiones miserables, mientras que los que manejan su patrimonio previsional no solo incrementan groseramente sus ganancias, sino disfrutan de la libertad de utilizar estos recursos para financiar proyectos de empresarios, que no siempre otorgan las debidas garantías y además sin entes fiscalizadores, careciendo leyes firmes que protejan aquellos caudales financieros   Esto,  constituye un problema mayor para el estado de Chile que no logra deshacer este nudo que compromete intereses poderosos, pero que por otro lado afecta los bolsillos de los  imponentes, en su mayoría incrédulos de los dirigentes políticos  y a la vez desconfiados de todo lo que incluya solidaridad, dueños de una percepción tremendamente egoísta, individualista , por lo que el Gobierno ha decidido menguar este desequilibrio otorgando, con dineros del estado, que son de todos los chilenos,  subsidios para  estos  pensionados , pero que  no constituye  de modo alguno una la solución digna para este importante grupo de trabajadores /as  que continúan siendo   damnificados, después de décadas de trabajo efectivo y de aportar sus imposiciones en un sistema fallido. 

Somos un pueblo, que necesita sanar muchas heridas (injusticia, menoscabo, discriminación, vulneración de derechos, etc.) pero nos perdemos, y vagamos como  almas en pena, en un limbo plagado  de imperfecciones y malas decisiones.

Resumiendo, creo que debemos partir, ante nada, por abandonar ese sentido discriminador exacerbado, oculto, pero tangible en la mayor parte de la sociedad chilena (el apellido, el colegio, la familia, el color de piel, el barrio etc.). Tenemos que mirarnos en lo profundo, valorarnos y valorar al que está al lado; necesitamos querernos como parte de un mismo origen y de una misma casa, que es el territorio nacional, sitio que muy pocos respetamos o cuidamos, porque no logramos sentirnos parte de este emprendimiento llamado Chile. 

Mi ambición idealista no está vinculada de modo alguno a arrebatar patrimonios, ni menos uniformar pensamientos e ideologías, sino a encaminar nuestro aprendizaje hacia metas más nobles como: aprender a compartir,   a solidarizar con plena consciencia de que por origen somos diferentes, diversos, distintos en muchísimos aspectos : intelectuales, género, étnicos, generacionales, capacidades y potencialidades, pero no por ello dejamos de ser humanos y por ende merecedores de respeto y dignidad.

Necesitamos construir un lugar, en que  haya espacio para todos/as, con deberes y derechos para cada uno de sus habitantes. Construyendo confianzas, abriendo posibilidades para sembrar esperanza en los chilenos, brindando con equidad las oportunidades de vivienda, educación, salud, trabajo, recreación, seguridad, justicia, atención privilegiada para los niños y también para los ancianos,  a la vez que  se dicten leyes  y normativas para proteger el medioambiente, la naturaleza y la fauna nativa. En definitiva construir una economía, que incluya la prosperidad para todos/as, sin dañar el medioambiente, porque con ello destruimos el hábitat de todos nosotros.

Sin duda, son objetivos difíciles de alcanzar, pero para lograrlos hay que estar dispuestos a comenzar. Nadie puede llegar al final del camino si no se decide a dar el primere paso. Podremos partir reconociendo de dónde venimos y autodefinirnos con honestidad, para poder evaluarnos con certeza. Tenemos muchísimas capacidades y potencialidades no desarrolladas, sobre todo en nuestro capital humano, pero nos falta la voluntad de trabajar unidos, de demostrar verdaderas ganas y disposición para tomar acuerdos, dirigidos, no solo para favorecer a unos pocos, sino para favorecer a Chile en su conjunto, poniendo todo nuestro esfuerzo porque nuestro país no solo crezca, sino que cada vez los chilenos podamos sentirnos parte de esta tierra fecunda a la que aún no hemos aprendido a amar como corresponde, porque de una u otra forma nos sentimos abandonados o discriminados, por una sociedad que no logra ponerse de acuerdo.

Tal vez algunos sonrían, al leer esto, pensando que lo que  propongo es solo una utopía,  para una  sociedad como la nuestra, pero yo no cesaré de creer en el ser humano . Tal vez sea cosa de tiempo, para que esos objetivos que hoy soñamos para nosotros, puedan cristalizarse en un futuro próximo, para las generaciones venideras. Mientras tanto no sesguemos en nuestras esperanzas , ni en nuestra lucha y menos en nuestros sueños. Ellos nos permitirán, sin duda, construir realidades.

 

Ana María Miranda Martin: Es una graduada de la PUCV y destacada escritora con dos libros de cuentos premiados. Su compromiso político y social incluye participación en FECH y talleres de teatro en PRODEMU. Actualmente, prepara su tercer libro mientras aboga por los derechos de las personas mayores en Chile.