Skip to main content

18 de Octubre de 2019: Fecha emblemática y oportuna para el cambio social en nuestro país

30 de Octubre 2019

Comparte


Columna de opinión de Silvio Becerra, profesor de Filosofía y Agente Multiplicador de Salud formado en Gerópolis UV.

Fuente de la fotografía: "La marcha del millón" Migrar Photo.

Así como el terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010 (27 F) permanece grabado en forma indeleble en la conciencia de todos los chilenos por sus características de alta destrucción material, pérdida de vidas humanas y consecuencias socio-económicas sufridas por las personas, del mismo modo el 18 de octubre del 2019 en una especie de símil con lo anterior, será recordado como uno de los hechos histórico-sociales más importante desde la vuelta a la democracia, mediante el cual la sociedad chilena se manifestó tanto internamente como frente al mundo, para dar a conocer, de cómo, aun estando en democracia, fue posible que sus habitantes vivieran en condiciones extremas de desigualdad (según la OCDE, Chile es un país que evidentemente ha crecido desde el punto de vista económico, pero que lamentablemente sigue manteniendo uno de los índices de desigualdad más altos comparativamente con los países que componen este organismo internacional, con lo cual se mantiene al debe en este punto).

Lo ocurrido en nuestro país, es un fenómeno para muchos inexplicable, que por sus características y por la fuerza de su estallido y posterior evolución, en cuanto fenómeno social, pasa a formar parte del ámbito de la psicología social, instancia o disciplina del conocimiento que en forma responsable podrá en un tiempo razonable darnos algunas respuestas acerca de lo acontecido, donde las personas en el contexto de un proceso, primero en forma individual y posteriormente en forma colectiva, han sido capaces de actuar como un solo cuerpo en la forma que pudimos constatar.

En toda catástrofe ya sea natural o social como en este caso, sin duda alguna, siempre los más pobres serán los más fuertemente afectados por las consecuencias de estos fenómenos, motivo por el cual se debe actuar con claridad y relativa celeridad, con el fin de solucionar como primera cosa las precariedades que pudieran haber surgido como parte de los hechos ya conocidos y que pudiesen ser causa de nuevos problemas en lo inmediato.

Todos los chilenos ya vivimos el momento de la acción, pero es el momento de la necesaria reflexión para poder llevar adelante un proceso de propuestas y toma de decisiones que permitan orientar todos los esfuerzos para la solución de aquellos problemas que generaron progresivamente un descontento social incontenible. En este punto es necesario escaparse del círculo vicioso de la discusión entre cuatro paredes (como ha sido desde siempre), por parte de las autoridades del gobierno de turno y de las cúpulas políticas del Congreso y partidos políticos, grandes responsables de que el mundo social en forma imperativa haya tenido que manifestarse de esta manera.

Considerando la trascendencia del hecho social acontecido, y aun teniendo en cuenta los malos procedimientos que se alejan de los principios de una verdadera democracia, debemos, ahora más que nunca, seguir manteniendo el respeto por el esquema democrático que sustenta nuestra sociedad, el cual lejos de ser perfecto, históricamente ha sido y será el sistema de gobierno que la gran mayoría de los países del mundo quieren para sí. Por lo mismo y como los gobiernos están conformados por personas, siempre será posible que más de alguno pueda salirse de la norma a causa de malos funcionamientos relacionados principalmente con el ámbito de la corrupción, lo que lleva en el caso presente de Chile a que la sociedad civil entre a formar parte de la toma de decisiones que permita velar por que las cosas se hagan bien, para lo cual sería un buen inicio modificar la constitución en este sentido.

De esta forma la sociedad civil en su amplio espectro, podrá y habrá de mantenerse alerta sobre el buen funcionamiento de quienes en virtud de nuestro voto nos gobiernan, de manera que cuando ello no ocurra, hacer uso de mano dura de manera que los que incurran en faltas sean adecuadamente sancionados.

Con esto se quiere decir y tomando como respaldo la fuerza y convicción del movimiento social en que estamos involucrados, que estamos en condición de exigir que este gobierno, como asimismo todos los que vendrán, tengan que someterse a la impronta de que existe una sociedad civil que ya se empoderó y que debiera ser la instancia diferente que se encargue desde la raíz misma de los fenómenos sociales, de supervigilar el trabajo de todas las superestructuras gobernantes, las que hasta el día de hoy han mantenido un hacer verticalista en la toma de decisiones que afectan al universo votante, permitiendo de este modo que estas cúpulas permanezcan fuera de contacto con la realidad social de nuestro país, impidiendo por lo tanto toda posibilidad de que las propuestas sociales de una gran mayoría sean consideradas y no invisibilizadas como ha sido hasta hoy.

Tenía que llegar el día en que esta deuda debería ser pagada, y ese día es ahora, en que la sociedad civil tomó la decisión de decir basta y tuvo la oportunidad de comprender y concientizar el gran poder que se concentra en sus manos, en el buen sentido de la palabra, situación que permite después de muchas décadas, pensar que el futuro de Chile debería cambiar, pues lo que nos ocurrió fue un momento de revolución, no armada, sino que de revolución social en democracia, lo que la hace completamente lícita y como se ha dicho, para que existan cambios en una sociedad; debe existir una revolución social, la que ya se ha hecho presente y que constituye la base para identificar y decidir los cambios que sean necesarios en la construcción de un modelo de sociedad más justa e igualitaria que asegure un desarrollo sostenible amparado en los criterios de relación dialéctica y su correspondiente retroalimentación, que tienen que ver con el necesario equilibrio entre lo económico, lo social y lo ambiental; tres patas de una mesa que no será posible que se mantenga en pie si falta sólo uno de estos tres elementos.

La realidad del día a día de los chilenos es lo suficientemente dura como para entender su permanente solicitud de cambios que le permitan sobrellevar una mejor condición humana y que es una gran razón que se traduce en la potente protesta del 18 de octubre pasado, que pone en primer plano un contexto social en que priman la desigualdad, sueldos de miseria, colusiones de todo tipo, como el confort, medicamentos, generación de falsos valores, falta de acceso a una educación de calidad para nuestros jóvenes, de políticas públicas reales y efectivas que reflejen un mejor trato para los adultos mayores (considerando que Chile es uno de los países más envejecidos de la región del Caribe y Latinoamérica), y así como éstas son muchas las necesidades y requerimientos de los chilenos, pero el espectro es demasiado amplio como para comentarlo todo, con una muestra basta, para entender que en esta situación social, estamos al borde de caer nuevamente en el aumento de los índices de pobreza que ya creíamos superados, con todo lo que ello implica, pues es sabido que la falta de oportunidades e inequidad social es el mejor caldo de cultivo para la incubación de mayores niveles de delincuencia. Frente a este panorama y teniendo en cuenta el movimiento social del 18 de octubre, las autoridades y la misma sociedad reclamante, deben ser capaces de dialogar y llegar a acuerdos que permitan mejorar las condiciones de vida y desarrollo, no sólo de algunos sectores, sino que de todos los chilenos, única manera de lograr una sociedad efectivamente participativa y empática, donde la educación al igual como lo era antaño debería volver a ser una preocupación preferente del Estado pues de ésta depende todo desarrollo, regulación, humanización y entendimiento entre nuestros ciudadanos, que es lo que actualmente no existe.     

En adelante, lo que nos debe preocupar como ciudadanos es mantener un estado de vigilancia de este proceso de cambios en ciernes, para visualizar en qué manos va a quedar la responsabilidad de tomar y aglutinar todas las propuestas y soluciones a los problemas sufridos por décadas por parte de la sociedad civil, la que no tiene color político como quedó de manifiesto en el reciente movimiento social. Lo que no debería  ocurrir, es que estas medidas y decisiones para enfrentar este nuevo cambio social, quede en manos de las mismas personas que en forma indolente, excluyente y privilegiada, impidieron que la gran mayoría de los chilenos pudiesen ser tomados en cuenta en sus requerimientos y de este modo poder formar parte en forma equitativa del tan difundido y perifoneado crecimiento económico, objetivo que para nuestros últimos gobiernos pareciera ser un fin en sí mismo, dejando de lado y en forma definitiva la consideración del aspecto social para el desarrollo de nuestro país, lo que llevó a que la balanza económica pesara en favor de unos pocos en desmedro de la gran mayoría, constituyendo ésta la causa principal de que los chilenos hayan tenido que tomarse las calles para lograr revertir las nefastas medidas con que los gobiernos de turno  y el poder político han golpeado en forma reiterativa a los sectores más necesitados de nuestra sociedad.

El presente escrito no es más que el producto de una percepción y reflexión personal de los hechos que originaron la grave crisis social que estamos viviendo y de la cual, en cuanto oportunidad, sería deseable y necesario lograr medidas de fondo de parte del actual gobierno y de los que  vendrán, con el fin de mejorar y asegurar una óptima convivencia, paz y tranquilidad para la sociedad chilena, única manera de poder retomar la aspiración de alcanzar el desarrollo. Esta no es una tarea fácil pues significa que para enfrentar la crisis como sociedad deberíamos iniciar un cambio en nuestra manera de pensar, lo que conllevaría a crear una nueva cultura que sea capaz de reemplazar la cultura imperante, para lo cual debería darse la debida importancia a los temas relacionados con la educación, única manera de sembrar en tierra fértil para obtener los frutos deseados, me refiero a las nuevas generaciones que serán los portadores y transmisores de esta nueva cultura. Como se puede apreciar el Estado y la sociedad civil en forma sintonizada deberían desde ahora enfrentar la solución de los temas más urgentes e inmediatos de corto plazo, como también el gran tema relacionado con la educación, el cual  es totalmente transversal al universo de intereses de la sociedad y como tal la convierte en la llave maestra para el cambio y el desarrollo. Finalmente y como un aliciente para lo que viene, es interesante traer al presente un sabio dicho del presidente Pedro Aguirre Cerda que señala que “gobernar es educar.”     

Silvio Becerra F.