Visión sistémica y origen de la actual crisis social en Chile
Columna de opinión de Silvio Becerra, profesor de Filosofía y Agente Multiplicador de Salud formado en Gerópolis UV.
Fuente de la fotografía Migrar Photo “A un mes del estallido: hitos e imágenes que han marcado el conflicto”.
El título de este artículo puede llamar la atención al ser leído e incluso no entendido en una primera instancia, por el hecho de que relaciona la idea de sistema con el estallido social del 18 de octubre de 2019. Teniendo presente esta consideración y para un mejor entendimiento por parte del lector, siempre será conveniente explicar en pocas palabras y de una manera simple, el cómo es posible que ambas partes tengan un nexo entre sí, considerando que el marco de referencia de esta situación está directamente relacionado con la idea de sociedad, de la cual forman parte todos los ciudadanos de un país.
Lo anterior nos permite vislumbrar en el horizonte de nuestro entendimiento, una primera luz que permitirá encaminar nuestros pasos hacia una posible respuesta a la inquietud planteada, que se manifiesta en un discurrir lógico referido a la idea de que existe la parte y el todo, donde el todo se refiere a la sociedad y la parte a cada uno de los sujetos que son parte de ésta (ciudadanos). Ambos elementos (todo y parte), son el soporte estructural, que en los diferentes tipos de sociedad tienden a comportarse de la misma manera en cuanto soporte, pero que varían fundamentalmente en lo que son sus contenidos ideológicos y culturales, acorde con las costumbres propias de cada país, lo que facilitaría comprender por ejemplo, que puedan existir sociedades tan diversas y a la vez tan diferentes, como puede ser la de un país de occidente y la de otro país de oriente, donde su relacionarse y su convivir como seres humanos, tiene su fundamento en cosmovisiones a veces totalmente opuestas, siendo una muestra de ello el tema de la muerte, la que como personas y como sociedad vivenciamos de diferente manera, tanto es así, que tomando palabras del filósofo alemán Martin Heidegger, occidente no estaría preparado para entender y aceptar el verdadero sentido de la muerte, situación que en la cultura oriental no presenta ningún problema, pues en ésta se entiende que la muerte es parte de la vida, el fin de un proceso vital que se inicia en el momento del nacimiento, el que tiene ciclos que están determinados por la permanente lucha e interacción de dos elementos que son inmanentes a los seres vivos, donde uno de estos es la entropía (tendencia permanente de los sistemas vivos o no vivos a desgastarse y destruirse, la que aumenta con el tiempo provocando un desorden en la organización del sistema), otro de los elementos es la homeostasis (equilibrio dinámico entre los elementos o partes del sistema, que tiende a mantener el orden de la organicidad del sistema). Ambos elementos están en una lucha permanente, donde uno tiende a destruir el sistema y el otro trata de mantenerlo operativo en el tiempo, pero al final como es lógico y comprensible, tiene que llegar el momento en que la entropía habrá cumplido con su objetivo, que es ni más ni menos, que destruir el sistema en el cual se encuentra inserto, el que por sus condiciones de desorganización y desgaste no se encuentra apto para una recuperación, produciéndose por lo tanto lo que es el destino de todos los sistemas vivos, la muerte.
Hablar de visión sistémica implica entender que un sistema es un conjunto de elementos relacionados entre sí, que funciona como un todo organizado.
Esta visión sistémica es un elemento potentísimo, que podría ser considerado como un modelo plausible de aplicar, llegado el momento de poner en vigor los cambios que los ciudadanos chilenos están exigiendo, sin vuelta atrás, a partir de la crisis social de octubre pasado.
La visión sistémica de que hablamos nos ayuda a visualizar el todo social, permitiéndonos conocer las interacciones existentes entre sus elementos o partes, constituyendo ésta, la herramienta que nos permite captar la idea de proceso y de organización, aspecto que es importante de considerar, pues cualquier cambio en un proceso afecta a toda la organización.
Esta idea de sistema y su visión, no es una creación del hombre, siempre ha existido, pues es parte de la vida misma, es el modelo que los científicos han tomado de los seres vivos en su organización, llevándolo a conceptos, permitiendo de este modo que esta idea sea posible de considerar en la teoría y la práctica, por sociólogos, psicólogos, filósofos, biólogos, trabajadores sociales, médicos y muchos más, sin que necesariamente esta visión sistémica tenga que asociarse a un color político determinado, lo que calza con la esencia de las protestas y justos requerimientos de los ciudadanos indignados, que van más allá de lo político-partidista, exigencias que sistémicamente son transversales a la gran mayoría de chilenos que se han manifestado por una justicia social.
La actual crisis ha permitido que la sociedad chilena en su totalidad, haya tomado nota de lo frágil que es la sociedad, y de cómo ésta, de un momento a otro como es el caso de Chile, puede verse afectada producto de una crisis realmente inesperada para muchos. Lo que pasa es que los chilenos estábamos viviendo sin darnos cuenta, encerrados en una burbuja muy consistente y difícil de reventar, obedeciendo a una organización y sistematización social que mediante artilugios y esplendorosos juegos artificiales, fue capaz de mantener cautiva a toda una sociedad por más de treinta años, instrumentalizando la aplicación de una idea y modelo de desarrollo que fue el causante de los más grandes niveles de desigualdad e injusticia social, hecho sobre el cual nunca se pudo reclamar en condiciones de igualdad ante la institucionalidad vigente, por el simple hecho de que esta no fue instaurada para solucionar los problemas de los ciudadanos, sino que en forma velada e imperceptible para favorecer a los grupos económicos más poderosos de nuestro país, poder que se encuentra concentrado en manos de pocas personas.
De esta realidad nunca fuimos totalmente conscientes a pesar de sufrir día a día los efectos negativos que afectaron las condiciones de vida y el ser pasado a llevar en los derechos fundamentales de las personas.
Se dice que la sociedad como un todo-abstracto y no como persona-parte, tiene memoria, motivo por el cual existiría en ésta una especie de inconsciente colectivo, que habría sido capaz de guardar por mucho tiempo estos hechos, memoria que no tuvo la capacidad de retener el peso de dicha información, produciéndose el colapso, que reventó la burbuja, y que generó la crisis social que estamos viviendo. La cotidianidad del diario vivir nos tuvo instalados en un tipo de sociedad determinado, lo que nos parecía normal, motivo por el cual nunca llegamos a cuestionarla, no pudiendo entrar a procesar o concientizar este formar parte de, pues sólo lo vivimos, sin dar paso a una debida reflexión, lo que indica que la sociedad en cuanto totalidad, es para nuestra conciencia personal una entidad de la cual formamos parte, pero de la cual poco sabemos.
Desde el 18 de octubre a la fecha han ocurrido múltiples acontecimientos por todos conocidos, que han remecido a la sociedad chilena en todos sus niveles sociales, pues todo lo que pueda ocurrir en un sector de la sociedad, sin ninguna duda y por ser ésta un sistema interrelacionado y organizado, termina afectándola en su totalidad.
En este tipo de asuntos la visión sistémica es una de las herramientas metodológicas más adecuada para analizar esta crisis social, primero en forma macro y posteriormente en forma micro, permitiendo dar cuenta de este fenómeno social en forma integrada considerando la participación de diferentes disciplinas en el área de las ciencias sociales y humanas.
Una vez transcurridas cuatro semanas desde la crisis, una gran mayoría de los chilenos aún se encuentran en un estado de incertidumbre, que no les permite hacerse una idea clara de lo que está pasando en la sociedad en que se encuentran insertos y de lo que acontecerá en el futuro. No obstante esto, el ciudadano común y corriente con su característico afán ancestral de sobrevivencia, tiende a luchar por superar este estado de cosas, porque en el fondo de su entendimiento, vislumbra que de esta crisis social han de salir las soluciones para superar la injusticia social, la exclusión y la no participación en la toma de decisiones en asuntos que tienen que ver con su vida laboral, acceso a la educación para los hijos, salud y atención médica para la familia, mejoramiento de los sueldos y fundamentalmente, atención digna para los adultos mayores, segmento de la sociedad que ha crecido significativamente año a año, convirtiéndonos en un país de viejos.
En la línea de mantener un pensamiento positivo con el futuro de nuestro país, a partir de la dura realidad que vivenciamos en estos días, es alentador remitirnos a la visión externa de cómo se ve la actual crisis social de nuestro país. Es interesante destacar la opinión de que la crisis de Chile es calificada como una crisis del primer mundo, la que de ninguna manera podría compararse con las ocurridas en Ecuador, Haití, Venezuela y otros, países que demuestran una crisis generalizada en lo económico, social y ambiental, que no es el caso de Chile, que en lo económico siempre fue uno de los países más confiables y estables de la región.
Se estima que uno de los detonantes de la actual situación fue que la sociedad chilena mantuvo y sustentó su desarrollo con marcado interés en un crecimiento económico que fue exitoso y reconocido como tal, pero que los resultados de ese crecimiento permanecieron en manos de unos pocos los que aumentaron sus índices de riqueza, olvidándose por completo de la parte social, aspecto que no se vio beneficiado con este crecimiento, sino que al contrario se dio la fórmula de que a mayor crecimiento económico, mayor pobreza en lo social, aumentando cada vez más la brecha entre los más ricos que son los menos y los más pobres que son la mayoría.
Con este panorama, lo que sucedió en Chile fue algo totalmente diferente a lo ocurrido en crisis de otros países, pues el vaso de la desigualdad en lo económico–social, ya no fue capaz de seguir conteniéndola, desbordándose violentamente, dejando a todos los sectores de la sociedad totalmente impávidos, al igual que hubiese ocurrido un terremoto, cuyas réplicas se han mantenido hasta el día de hoy.
Finalmente nos quedamos con los hechos más cercanos que nos hablan de un acercamiento entre todos los actores políticos y de gobierno que, por primera vez en la historia, fueron capaces de dialogar entre sí, pudiendo llegar a tres acuerdos que se supone deberían ser el inicio o el primer paso de la solución a las reclamaciones hechas por la sociedad, siendo estos acuerdos: por la paz, por la justicia social y por una nueva constitución, los que fueron acordados por la institucionalidad política y de gobierno sin participación directa de la ciudadanía.
Según lo expresado por el presidente de la república, la participación ciudadana será fuerte en todos los niveles en que estos acuerdos se desarrollen.
Para el caso de una nueva constitución, habrá participación ciudadana desde el momento inicial de su proceso, mediante un plebiscito que consultará sobre un sí o un no a la nueva constitución, también la habrá en el momento de la conformación del órgano constituyente que será elegido mediante votación y de la misma forma al final del proceso mediante un nuevo plebiscito, que apruebe o rechace el texto preliminar de la nueva constitución. En el caso que se imponga el no y se rechace la nueva constitución seguirá vigente la actual, lo que sería lamentable, pues toda esta crisis considerando sus efectos y posibles beneficios, habrían sido un vano esfuerzo. Por este motivo los ciudadanos deben ser responsables con esta situación y cumplir con su derecho democrático de pronunciarse ante este importante e histórico momento de plebiscito, única manera de que exista consecuencia y se logre un cambio real para nuestra sociedad.
Silvio Becerra F.