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Chile: del estallido social del 2019 a la pandemia coronavirus del 2020

18 de Junio 2020

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Columna de opinión de Silvio Becerra, profesor de Filosofía y Agente Multiplicador de Salud formado en Gerópolis UV.

Fuente de las fotografías: "La marcha del millón" Migrar Photo | Goal.com

Todavía se encuentra presente en la mente y diario vivir de los chilenos, la crisis social que se desencadenó el 18 de octubre del 2019, momento en que se generó un potente movimiento social, que fue capaz de afectar a la sociedad toda, remeciéndola de tal manera que llevó a que la institucionalidad vigente se viera seriamente comprometida y sobrepasada. Tan grande y sorpresiva fue la dimensión de esta afectación, que en primera instancia, llevó a que sólo existiese falta de información válida, incertidumbre, miedo, descontrol y violencia generalizada. En este contexto y como nunca antes, el gobierno y todas las corrientes políticas, por lo imperativo de la situación y a pesar de sus diferencias, tuvieron que llegar a acuerdos, aun teniendo en consideración el amplio reconocimiento de la falta de equidad, participación e inclusión social de los más desposeídos, con el fin de encontrar la forma y las respuestas para satisfacer los justos requerimientos de aquellos que por décadas fueron invisibilizados y por lo tanto olvidados por el sistema.

Como es de conocimiento general se llegó a ciertos acuerdos para generar una nueva institucionalidad que permitiese velar por la superación de todos aquellos factores negativos que por mucho tiempo impidieron el reconocimiento de los derechos fundamentales y necesidades más inmediatas de las personas. Dentro de estos acuerdos se destaca la realización de un plebiscito (por el sí o por el no a una nueva constitución) en un determinado plazo a realizarse el mes de abril de 2020, el que debido a la pandemia mundial del coronavirus se postergó para el mes de octubre del mismo año, acto que debería cimentar las bases para una mejor sociedad.

Si con la crisis social, la sociedad chilena se resintió fuertemente desde el punto de vista económico-social, es claro que mientras no se establezca el nuevo orden social que se busca, todos aquellos grupos sociales desposeídos, tendrán que seguir esperando por un mejoramiento en sus vidas, situación que fácilmente puede tener una demora de al menos un par de años en lo inmediato.

La sociedad de que estamos hablando podría decirse, que es un ente abstracto-concreto, abstracto en cuanto a su concepto, mediante el cual se refiere a la totalidad globalizante, que encierra múltiples fuerzas que a veces funcionan en un mismo sentido, y en otras en sentidos contrapuestos, situación que permite que la dinámica interna de ésta, se mantenga en permanente movimiento. El aspecto concreto de la sociedad estaría dado por los elemento identificables que forman parte de este cuerpo social, dentro de los cuales el principal es el hombre, el que para sobrevivir a las reglas y principios de lo social, deberá dejar de lado su actuar individual (a partir de su propio yo), para dar paso a la aceptación del otro o de los otros, que junto a mí, en su actuar colectivo permiten que la sociedad se conforme y se mantenga como tal. 

En este contexto y de acuerdo a la dura realidad impuesta en forma indiscutible por el estallido social, ocurrió lo que nadie, ni en las mejores novelas de ciencia ficción se hubiese podido imaginar que ocurriría, como fue, el hecho de que se presentara en forma más pausada un nuevo evento, que no por lo lento de su establecimiento, deja de ser tanto o más potente en sus efectos, que el producido por el  estallido social del 18 de octubre del 2019, me refiero a la pandemia conocida con el nombre de coronavirus, enfermedad que se inició en China en la ciudad de  Wuhan, la que posteriormente se diseminó por los principales países de Europa y demás países del hemisferio norte, con efectos graves en relación a la cantidad de infectados y de muertos, situación que mediante los medios de comunicación, con el debido adelanto en el tiempo, estuvo en conocimiento de todos los países del hemisferio sur incluyendo a Chile, los que en un primer momento no le tomaron el peso a lo que se les venía encima, pensando en que los efectos de esta pandemia se encontraban territorialmente lejanos, lo que sumado al hecho de que se estaba en época de verano con presencia de altas temperaturas, ayudó a que se  desestimara la gravedad del asunto, continuándose por lo tanto con la atención de los temas cotidianos del día a día, en los diferentes niveles de nuestra sociedad.

Teniendo en cuenta estos dos eventos catastróficos, los que aún están en ciernes, nos lleva a pensar y a sopesar la gravedad, o la oportunidad para algunos, de que estos coincidieran en un mismo tiempo y en un mismo espacio, dado que con el estallido social por un lado, se produjo una desestabilización del orden económico social de nuestro país, lo que llevó a un desajuste general y perdida de sincronía en las relaciones e interacciones, justas o no, propias del funcionamiento de nuestra sociedad. Por otro lado, con la llegada de la pandemia del coronavirus a nuestro territorio, los efectos ya mencionados, se multiplicaron exponencialmente, llegando incluso a paralizar o dejar en compás de espera todo lo avanzado en relación con el estallido social, a la espera de que el tema coronavirus haya sido aplacado en sus principales efectos y no del todo, pues según lo expresado por los expertos y por la misma Organización Mundial de la Salud (OMS), tenemos coronavirus por mucho tiempo, considerando que este virus aún no es conocido en toda su dimensión infecciosa y en las variaciones de sus efectos en los seres humanos, motivo por el cual  los científicos del mundo aún no han podido generar una vacuna que permita controlar esta enfermedad.

En todos aquellos momentos de catástrofe natural o social a que nos tiene acostumbrados nuestro territorio, surgen como una especie de catarsis, dichos o frases, como una manera de lograr un auto conformismo con un alto contenido de resiliencia frente a la adversidad que se vive, y a la vez como una forma de darse fuerza para seguir luchando por superar el estado presente.

Según lo anterior y a casi tres meses de haberse instalado el coronavirus en nuestro país y después de aplicar diferentes estrategias para contener a este desconocido y mortífero virus, el Gobierno de Chile, mediante el Ministerio de Salud, ha estimado que la cifra de infectados y de muertos en el país mantiene cifras que permiten tomar medidas relacionadas con una vuelta programada y protegida de las actividades económicas, sociales y culturales, única manera de que el país comience en forma pausada con la recuperación de todas las áreas claves que permitan retomar el desarrollo del país. En este estado de cosas, el Presidente de Chile en una de sus intervenciones destacó como uno de los dichos a que nos referimos anteriormente que los chilenos deberán acostumbrarse a vivir en una “nueva normalidad,” dicho que no fue acuñado por éste, pero que de todas formas no dejó conforme a una gran mayoría, por lo que ello implica desde un punto de vista político. Si analizamos brevemente lo dicho, debería entenderse que hablar de una nueva normalidad implica la existencia de una normalidad anterior, que en el caso de Chile nunca existió, si entendemos que una normalidad social tiene que ver con un estado de derecho que asegure los derechos fundamentales de las personas, considerando en especial los derechos de los adultos mayores.

Respecto de lo señalado, es razonable destacar que el escenario anterior al actual, que vivimos por más de treinta años, reitero, nunca fue de normalidad, sino que más bien fue de normalización forzada de una serie de funcionamientos, fríamente pensados por algunos pocos, que llevaron al país a un estado de segregación, discriminación, falta de justicia y equidad, como también de acceso a los mínimos derechos  que como seres humanos le corresponden a una gran mayoría social.

De acuerdo con lo anterior, si se quiere ser justo y mesurado, habría que buscar la forma de obviar una discusión respecto al sentido que pudiese tener la acepción nueva normalidad, sino que más bien, habría que decir que lo que efectivamente existió fue una realidad anterior, de la cual el coronavirus nos sacó, para llevarnos a una nueva y controvertida realidad que es la que estamos vivenciando en la actualidad, y que es la que todos los chilenos deberíamos enfrentar en un esfuerzo conjunto, donde no podría haber espacio para los mezquinos intereses políticos y económicos de algunos pocos, que nada tienen que ver con la política con mayúscula y con la ciencia económica, las que bien llevadas, sin duda alguna nos llevarán por el camino correcto de la recuperación de nuestro país.

En síntesis, Chile a diferencia de otros países de la región, se encuentra llevando a cuestas dos grandes crisis, una de carácter social de grandes dimensiones y otra de carácter sanitario aún mayor, que en su forma de pandemia afecta en este momento al mundo entero. La crisis social se vio frenada en su desarrollo ante la potente acción del coronavirus COVID-19, cuyos efectos, según la opinión de expertos nacionales e internacionales, se mantendrán por largo tiempo, considerando que al día de hoy el número de afectados se ha incrementado peligrosamente, sin que se aprecie en el corto plazo el estado de meseta de que se habla en el avance de esta enfermedad. Esta incertidumbre sobre la duración de esta pandemia en Chile, nos pone en un escenario incierto que provoca gran preocupación por la falta de certeza frente a un futuro próximo, motivo por el cual, cada uno de nosotros como partes que somos de la sociedad, deberíamos entender que mediante nuestra propia y personal acción también estamos en condición de ayudar a que la acción del COVID 19 disminuya, bastando para ello el seguimiento de todas las indicaciones que la OMS y nuestra institucionalidad sanitaria en forma reiterativa nos dan  a conocer (lavado de mano, distancia física entre personas, uso de mascarillas, respeto de cuarentenas, cordones sanitarios y otros), actitud positiva y responsable, que será sin duda un gran aporte en el contexto de la totalidad de esfuerzos que a nivel país se están llevando a cabo.

Finalmente, si bien es cierto que el gobierno ha cometido errores en su manera de enfrentar el coronavirus, lo que es comprensible en este duro presente, tenemos que analizar esto con ecuanimidad y altura de miras, pues por ser esta una enfermedad desconocida, cualquier gobierno, fuese de la tendencia política que fuese, probablemente y conociendo nuestra cultura, no habría tenido mejores resultados que los obtenidos por el actual gobierno, entendiendo además que este es el momento en que como ciudadanos debemos ser capaces de reconocer nuestros propios  errores, pues en el fondo, por la falta de compromiso hemos sido en gran parte culpables de lo que está sucediendo, motivo por el cual la única consigna válida para la superación de estos momentos de crisis, es la de aunar esfuerzos y actuar como un solo todo, como si fuéramos los tres mosqueteros, los que para lograr sus objetivos siempre lucharon bajo la clara idea del conocido “uno para todos y todos para uno.”  

Silvio Becerra Fuica.

Villa Alemana, 16 de junio de 2020.