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#02 Cronistas de la Edad "Alma de maestro, pasión por el fútbol"

5 de Octubre 2023

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Alma de maestro, pasión por el fútbol

Hoy, veintitrés de junio, desperté pensando en usted —tal vez, porque alrededor de un mes atrás lo recordé cuando leí un relato de Sacheri titulado: “Señor Pastoriza”—, así que leí todo lo que encontraba en internet. Mire que coincidencia, se cumplen treinta y seis años de su fallecimiento. Para ser honesto don Luis, eso no lo recordaba.

Ya sé que le molesta todo exhibicionismo, pero debe saber que, aún es el entrenador más ganador del fútbol chileno ¡Sí señor! Cuatro campeonatos nacionales con la “U”, otro con Colo Colo y una Copa Chile con ellos.

Para mí, el más importante fue el del año mil novecientos cincuenta y nueve, con los del uniforme azul y la “U” de color rojo en el pecho.

Era la primera vez que un equipo dirigido por usted era campeón y además al que había llegado a jugar con veintitrés años, en un largo viaje desde Copiapó donde obtuvo su título profesional de profesor normalista. Si eso no fuera suficiente, con los jugadores que eran sus polluelos, los que había formado. Mire lo que digo: formados. Más que eso don Luis, con creces.

¿A quién otro se le podría haber ocurrido que un jugador de hockey en patines, de apellido Navarro, podía ser un buen lateral izquierdo? Y llegó, nada menos que a capitán de la selección chilena, la del sesenta y dos.

¿Le digo otra? Ubicar como centro delantero a un muchacho grande y fornido que jugaba como defensa ¿En qué se convirtió Carlos Campos? En el máximo goleador contra el eterno rival.

O mover a Leonel un poco a la izquierda, a pesar de que no tenía tanta velocidad para ese puesto. Claro que, dándole libertad, esa que usted no tuvo cuando era jugador y lo transformaron en “un pata dura”, según sus propias declaraciones.

¿Y qué me dice de llevar de la mano al Chepo Sepúlveda para que fuera ese gran mediocampista de depurada técnica?

Mientras leo, viene a mi mente como si fuera hoy, el martes tres de noviembre cuando en la penúltima fecha nos enfrentamos al Colo. Ese día se ganó el campeonato.

Fíjese que no pude ir al Nacional y ser uno de los cuarenta y cinco mil espectadores. Y no por ser un partido nocturno —ya que sabía moverme solo por toda la ciudad—, o que al otro día tuviera clases. No don Luis, es que estaba castigado; de pura vergüenza no le voy a decir la razón. Me castigó mi vieja, súper estricta, colega suya. Así que para escuchar el relato de Darío Verdugo le pedí prestada la radio a mi abuela —privándola de escuchar el capítulo de ese día del “Gran Radio Teatro de la Historia”— y, ahí, con la oreja pegada a la RCA Victor escuché los goles de Bello y Hormazábal y el descuento de Osvaldo Díaz para la “U” en el primer tiempo.

Ahora, cuando escribo estas líneas, me imagino que en el entretiempo los convenció que podían ganar y, recurrió a Musso como capitán para que dirigiera a los pichones adentro de la cancha. Eyzaguirre, que era un mocoso se comprometió a dejar el alma en cada jugada y que por su lado con suerte pasaría el viento, y Navarro le dijo: por el mío, Moreno o el balón, pero no los dos. Leonel le pedía a Dios que le concediera sólo un tiro libre. Mientras la Vieja Álvarez fumaba su pucho, pensando lo que tenía que hacer para sacarse de encima a los centrales rivales.

En cambio, yo, esa noche no podía saber nada de eso y durante el descanso lloré. Mi querida abuela me decía que era solo fútbol y le retrucaba que era mucho, mucho más que eso, que todavía nos faltaban dos goles para llevar al Colo a un partido de desempate y por primera vez, a mis doce años de vida, ver a la “U” campeón.

Por eso don Luis, cuando escuché a los cincuenta y cuatro minutos de juego que el árbitro cobraba un penal a favor de los azules, me tapé los oídos y puse la cara en el regazo de mi abuela, que impasible movía la naveta del frivolite.

—Hijo, fue gol de la Chile —me dijo ella al destaparme los oídos.

Habíamos empatado. Vea usted que uso el plural, ya que además de los jugadores de azul, usted, sus ayudantes, los que estaban en el estadio y los miles como yo pegados a la radio, todos fuimos parte de la mente, alma y zurda maravillosa de Leonel pateando la pelota, para que Verdugo extendiera en el tiempo ese grito de ¡Gooooooool!

En mi fantasía lo veo don Luis, parado al borde de la cancha, empujando y empujando a sus niños para que fueran por el tercero. Pero ellos no necesitaban de su aliento. En las divisiones inferiores usted los había acostumbrado a ganar. Ahora, con la impetuosidad y rebeldía de la juventud, se fueron con todo en busca del triunfo, porque si ganaban el partido, nadie los detendría.

El fútbol tiene eso que no se puede descifrar: un minuto no son sesenta segundos, es una eternidad, el tiempo entre la dicha, la gloria y el sabor amargo de la derrota.

Porque los partidos de fútbol tienen noventa minutos y Darío Verdugo diciendo que la “U” era más que los albos, que todos iban al ataque con decisión, entusiasmo y calidad. Hasta que en el último segundo el árbitro cobra ese tiro libre que Leonel cuelga en el área y Verdugo gritando que, sale Escuti a cortar el centro y juntos entran Sepúlveda, Contreras y Campos en busca del balón y es este último —quien otro podía ser— que de cabeza la mete adentro.

Fue en ese partido con el tres a dos como resultado final que usted supo que íbamos a ser campeones. El dos a uno en la final de desempate a favor de la “U”, no existiría si el resultado de ese día hubiera sido otro.

Ese año nació el “Ballet Azul” y durante los diez siguientes estuvo la “U” en el primer plano del fútbol nacional, con esos muchachos que usted formó por su vocación de maestro y pasión por el fútbol.

Gracias don Luis (Zorro) Álamos Luque, por traer este recuerdo al presente. No es nostalgia, ni que todo tiempo pasado fue mejor. Es tan solo una sonrisa en mi rostro de viejo, que se agrega a los gritos, saltos y carreras de ese día de mi niñez, mientras mi abuela seguía haciendo frivolité.

Sobre el autor: Alonso Pino Pizarro, de 78 años. Ingeniero Eléctrico egresado de la Universidad Técnica del Estado, quien actualmente reside en la comuna de Providencia, en la Región Metropolitana.